jueves, 9 de diciembre de 2010

Llovía, y me miraba. Sentía sus ojos café en mí, y sus lindos rulos se despeinaban con el viento. Estábamos en Londres y nada podía ser mejor. Extrañaba la sensación de ser feliz gracias a él y me hacía bien. Me hacía bien quererlo, compartir todo un día, una risa, estar con él. Y nada importaba, porque éramos sólo él y yo. La lluvia y el río, un par de puentes, pero al fin nosotros. Se sentía bien tener 17, explorar y besarnos mientras sentíamos la energía de la ciudad. Quisiera saber que pasa por su mente ahora, la forma en que me mira, la forma en la que se ríe. Las ganas que me dan de decirle cuanto lo quiero a cada minuto son incontables, y las sonrisas que me da las guardo en una caja. Y cada vez que me abraza se siente especial, como si fuera único. Y yo lo amaba, porque Londres nos sentaba bien en ese entonces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario